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Desde el momento de su nacimiento, es necesario controlar la salud visual de los niños y niñas, para detectar alteraciones estructurales o malformaciones congénitas.

El pediatra trabajará en conjunto con el oftalmólogo para realizar un seguimiento integral de cada niño/a. Los controles resultan especialmente importantes en caso que el bebé haya sido prematuro o tenga antecedentes familiares de problemas de visión como pueden ser: uso de lentes (por miopía, astigmatismo o hipermetropía); estrabismos; enfermedades oculares de nacimiento o adquiridas durante la infancia; o si los padres notan repentinamente algo diferente en sus ojos que no habían detectado antes.

¿A qué edades deben controlarse niños y niñas?

Los controles debe realizarlos un oftalmólogo. Se recomienda que estos sean:

  • Al nacimiento.
  • A los 6 meses.
  • Al año de vida.
  • A los 3 años.
  • A los 5 años.
  • Luego cada 2 años.
  • Si el niño o niña usa lentes, los controles se realizarán de manera personalizada. Al menos una vez al año.

Hasta los 7 u 8 años de edad, los niños desarrollan su maduración visual, es decir, que “aprenden a ver” a medida que van creciendo, mirando lo que tienen a su alrededor. Cualquier dificultad que aparezca durante este período, puede ser detectada por el especialista, quien realizará el diagnóstico oportuno y podrá determinar el tratamiento necesario para corregirla de manera precoz.

¿Qué síntomas motivan una consulta con el oftalmólogo?

Además de los controles periódicos, debe consultarse al oftalmólogo en caso que el niño o niña presente algunos síntomas que pueden deberse a dificultades para ver:

  • Tener los ojos rojos.
  • Sufrir dolores de cabeza.
  • Sentir cansancio visual.
  • Adoptar posiciones anormales de la cabeza, como inclinar mucho el cuello hacia algún lado para mirar, por ejemplo.
  • Desviar los ojos.
  • Lagrimear.
  • Guiñar uno de los ojos de manera repetida.

La detección temprana de cualquier problema de visión es fundamental para posibilitar el desarrollo normal de niños y niñas en su vida cotidiana, en su rendimiento escolar y en los momentos de juego y esparcimiento.

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